El atractivo de Estados Unidos para deportistas jóvenes
En la actualidad, es común que muchos jóvenes deportistas aspiren a desarrollarse en Estados Unidos, un país reconocido por la amplitud de oportunidades deportivas y la percepción de que todo es posible. Aquellas personas que deciden dar este salto lo hacen llenas de ilusión por conseguir su sueño. Para enfrentar este desafío, resulta fundamental poseer una sólida capacidad de gestión emocional y resiliencia.
Vamos a abordar cómo gestionar las emociones cuando un joven deportista de élite decide marcharse a Estados Unidos en una de las etapas más importantes de la vida: la adolescencia.
El testimonio de Gonzalo Carrasco Ribón
Para ello tengo el privilegio de contar con la experiencia de Gonzalo Carrasco Ribón, quien partió a Estados Unidos con una beca deportiva de futbol a los 18 años. Gonzalo, exjugador de la cantera del Atlético de Madrid y becado por Longwood University, logró graduarse en ADE y completar un MBA en Análisis de Datos. Actualmente, sigue vinculado profesionalmente al fútbol en Estados Unidos, desarrollándose en aquello que le apasiona.
Motivaciones y vivencias familiares
Son muchas las familias y jóvenes que optan por trasladarse durante un año a otro país con el objetivo de aprender un nuevo idioma. Las experiencias ante este tipo de situaciones son diversas, pero en términos generales, quienes participan en estas vivencias suelen aprovechar la oportunidad como un potente crecimiento personal.
Cuando una persona joven decide trasladarse a otro país con el sueño de convertirse en deportista de élite, la presión que experimenta adquiere matices particulares. A diferencia de otros contextos, gran parte de esa presión recae sobre sus propios hombros: el éxito depende tanto de su determinación personal como de la capacidad de adaptarse a un entorno completamente nuevo. La confianza en sí mismo, la disciplina y la habilidad para aprovechar las oportunidades que surgen en el camino se vuelven factores cruciales. Sin embargo, el entorno juega un papel determinante. Contar con redes de apoyo, acceso a recursos deportivos adecuados y la apertura de quienes rodean a estos jóvenes deportistas, puede marcar la diferencia entre estancarse o continuar un desarrollo deportivo sólido. Encontrar el equilibrio entre lo que uno aporta y lo que el nuevo contexto le permite alcanzar es, en muchos casos, la clave para avanzar y construir una carrera prometedora lejos de casa.
Desafíos emocionales de la adaptación de los jóvenes deportistas
El proceso de adaptación requiere afrontar diversos retos, ajustarse a metodologías de entrenamiento distintas, integrarse en múltiples contextos culturales y superar las dificultades inherentes a residir durante un año en Estados Unidos con el objetivo de lograr una meta deportiva.
- La educación española tiende a ser bastante protectora, proporcionando a los jóvenes deportistas un entorno seguro y estructurado donde, habitualmente, las decisiones importantes se comparten o supervisan desde el núcleo familiar. Por ello, cuando alguien decide salir de casa y “cruzar el charco” para desarrollar su carrera deportiva en Estados Unidos, el desafío se intensifica: surge la necesidad de asumir una autonomía real y enfrentarse por primera vez a la gestión total de su día a día. Es el momento en que la frase “a partir de ahora me he de gestionar solo” cobra un significado profundo; implica tomar decisiones cruciales, enfrentarse a la incertidumbre sin el respaldo constante de la familia, y encontrar nuevas estrategias para afrontar los retos emocionales y logísticos de la vida lejos de casa. Esta transición, aunque exigente, se convierte en una oportunidad para madurar, fortalecer la confianza y descubrir hasta dónde puede llegar el potencial propio en un entorno internacional.
- No solo quienes cruzan el océano viven una transformación; también las familias experimentan su propio proceso de adaptación, un duelo sutil en el que aprenden a soltar el cordón umbilical que les unía a sus hijos. Es un ejercicio de amor profundo: confiar en que las herramientas y valores transmitidos serán suficientes para que la persona joven camine con paso propio. Como bien escribe Joan Garriga, el terapeuta y formador en Constelaciones familiares, llega el momento de entregarles “La llave de la buena vida”, símbolo de autonomía y responsabilidad. En ese acto, familias y deportistas se reconocen en la distancia, y ambos crecen. Las familias, al dejar espacio, también descubren nuevas formas de acompañar y de amar sin invadir, de respetar los procesos ajenos, y de reinventar los vínculos desde una perspectiva más madura y generosa. Así, la partida no es solo una separación, sino un movimiento hacia una relación más libre y consciente, donde cada uno asume el reto de florecer en su propio terreno.
- Tal como comparte Gonzalo, la adaptación exige también amoldarse a dinámicas y estilos de entrenamiento muy distintos a los que se viven en España. En Estados Unidos, el enfoque se centra en el propio control: cada deportista asume la responsabilidad de definir, perseguir y medir sus propios objetivos. Esta autonomía supone un cambio de paradigma, pues el desarrollo y el desempeño deportivo dependen, en gran medida, de la capacidad de cada quien para autorregularse, mantener la motivación y ajustar sus estrategias conforme avanza el proceso. Es en ese ejercicio de autoconocimiento donde la persona deportista encuentra no solo retos, sino también el espacio para crecer y descubrir su verdadero potencial. Dejar de lado la dependencia de figuras externas —entrenadores, familiares o instituciones— y colocar el foco en el propio desarrollo transforma el viaje deportivo en una experiencia profundamente personal y enriquecedora. Así, el éxito deja de ser un destino marcado por otros, para convertirse en un camino propio, donde cada paso responde a la convicción y el esfuerzo individual.
- Por último, uno de los grandes desafíos en esta travesía de adaptación es la convivencia con compañeros procedentes de diversas nacionalidades y, por tanto, de culturas muy distintas. Esta pluralidad cultural no solo confronta a la persona deportista con nuevas formas de entender el deporte y la vida, sino que también le brinda la oportunidad de ampliar su mirada y enriquecer sus habilidades sociales. Aprender a comunicarse con respeto, adaptarse a estilos de relación diferentes y encontrar puntos de encuentro en la diversidad se convierte en parte fundamental del crecimiento personal. De este modo, cada experiencia compartida y cada diferencia superada contribuyen al desarrollo de una mayor empatía, flexibilidad y capacidad para desenvolverse en entornos globales, cualidades esenciales tanto dentro como fuera del terreno de juego.


