¡Mi consulta está llena de adolescentes con ansiedad y depresión! Nunca pude imaginar que ocurriría esto, pero es así, más del 50% de mis clientes ahora mismo tiene edades comprendidas entre los 12 y los 24 años.
Seguimos con la post pandemia y entre la población juvenil es donde más se están incrementado los problemas psicológicos, emocionales y sociales. Les ha tocado vivir esto en un momento ya de por sí difícil como es la adolescencia y, por tanto, para ellos esta situación ha supuesto todo un reto a nivel emocional.
Según Save the Children la pandemia ha triplicado en los adolescente los trastornos mentales. De la misma manera el Colegio Oficial de la Psicologíade Madrid informa de que los intentos suicidas han crecido un 250% entre los más jóvenes, siendo el suicidio la principal causa de muerte externa entre los menos de 30 años.
ALGUNOS DE MIS CASOS:
Os voy a contar de manera anónima algunos de los casos que tengo en consulta, con ello solo pretendo concienciar, de que el problema está ahí y que cuanto antes os pongáis manos a la obra mejor si detectáis algún síntoma, mejor.
P. es una chica de 24 años que tiene miedo a que les suceda algo a sus familiares, especialmente en el coche. Todo empezó unos 2 meses después del confinamiento, estaba en una terraza con su novio y de repente empezó a llegar bastante gente y tuvo miedo a que algo pudiera pasar, algo como una pelea o una avalancha, se mareó y le dio su primer ataque da ansiedad. A partir de ese momento ya no pudo volver a salir más que a casas de familiares. Pero todo se fue incrementado con un miedo irracional a que a sus familiares les ocurriera algo cuando cogían el coche, especialmente cuando salían por la noche o se iban de viaje. Cuando esto sucedía padecía de ataques de pánico, teniendo que acudir en dos ocasiones a urgencias y ser medicada. Hoy tras dos meses de tratamiento ya ha superado sus miedos y empieza a salir a lugares pequeños.
F. es un chico de 20 años que en julio del año pasado en un viaje con sus amigos tuvo un golpe en la piscina y sufrió una brecha en la cabeza. Al día siguiente decidió ir al médico y ahí le dio su primer ataque de pánico, por lo que decidió volver a casa con su familia. Tenía un miedo irracional a la muerte y a la enfermedad. Esos ataques siguieron y poco a poco comenzaron a estabilizarse. El no quería vacunarse, pero su padre le insistió y lo hizo en septiembre. A los pocos días comenzaron a darle “vuelcos en el corazón” con mucha intensidad y frecuencia. Parece ser que es consecuencia de la vacuna. Esto le ha llevado a un estado de ansiedad, obsesión, insomnio, aislamiento social y depresión elevado. Aún sigue con los síntomas físicos que tienen que ver con un desequilibrio del sistema nervioso, pero lo que para él es importante, es sentirse comprendido en algo tan inexplicable, por lo tanto la intervención predomina en equilibrar su sistema nervioso y cambiar su creencia de que está en peligro.
M. llegó a mi consulta en octubre del 2021 con 19 años. Procede de una familia desestructurada y de otro ciudad cercana a Madrid dónde vivía con su madre y hermana. El año del confinamiento se trasladó a Madrid a casa de su padre para comenzar en la universidad. Para ella era algo nuevo y no le fue fácil encajar en un nuevo hogar y en una nueva ciudad. Comenzó a sentirse mal y no se levantaba de la cama. Tomó la decisión de cambiarse de carrera creyendo que era el motivo de su desolación. Pero en el primer trimestre se dio cuenta que seguía igual o peor: no encajaba con sus compis de clase, ni en su casa de Madrid ni en la de su madre, estaba extremadamente cansada, saltaba por cualquier cosa o bien a gritos o bien llorando, bajó de peso, no podía dormir…. Su llanto desconsolado duraba casi toda la hora de las primeras sesiones. Sus padres me preguntaban cómo estaba y yo les pedía tiempo. Hoy ya se encuentra bastante mejor pero hemos de seguir trabajando en sus emociones.
A B. le tocó el año del confinamiento en otro país donde estuvieron más tiempo encerrados. Se había ido de Erasmus. Cuando llegó se sintió muy desubicada, aunque llevaba 3 años con sus amigas de la universidad ya no se sentía cómo da con ellas. Su cuerpo había cambiado y le daba vergüenza mostrarse así ante ellas no vaya a ser que le juzgaran. Se empezó a aislar y empezó a encontrase francamente mal hasta que le detectaron una enfermedad autoinmune en septiembre del 2021. Esto le llevó a un estado depresivo y de ansiedad social enorme. Es una mujer muy exigente, pero dejó de asistir a clase, ni le gustaba la carrera a falta de un año para acabar, ni sus amigas ni nada. Además su miedo a contagiarse de COVID con su nueva enfermedad hizo que se aislara hasta en su propia casa. Comenzó a asistir a consulta en noviembre y enseguida retomó las clases. Ahora estamos trabajando su autoestima, su exigencia que hace que empeore su enfermedad y cómo aprender a convivir con ella. Está haciendo prácticas en una empresa y se muestra confiada e integrada.
Y. llegó a mi consulta hace podo, solo tienen 16 años. Cuenta que en el confinamiento se sintió más o menos bien hasta que murió un familiar, a la semana le dio el primer ataque de ansiedad cuando bajó un día la basura. Cuando llegó a su casa decidió que nadie debía enterarse para no hacer sufrir más a sus padre y comenzó a quemarse con un mechero en los muslos cada vez que se sentía mal, de esa manera la ansiedad la pasaba a un dolor físico y se le iba. Cuando comenzaron las clases se sintió muy vulnerable, ya no le gustaba su aspecto físico y no se sentía integrada con su grupo de amigas. Dejó de salir y si lo hacía le intimidaba mucho que alguien le tocara y qué decir de un beso o un abrazo. Poco a poco todo fue aumentando hasta el punto de que cuando debía exponer en clase ya no podía, se sentía tan observada que le daban ataques de ansiedad. Lleva 5 sesiones y ya puede exponer en público y sale cada fin de semana con amigos.
Me llamó la madre de G. allá por octubre, nos conocemos del primer colegio al que llevamos a nuestros hijos, estaba tremendamente preocupada porque había tenido un coma etílico. G. llevó mala vida al inicio de su adolescencia debido a la separación de sus padres. Pero justo en el confinamiento había comenzado a cambiar habiendo dejado los porros por si mismo. Cuando pudo salir empezó a sentir ataques de pánico y como para sentirse mejor empezó a beber un par de litronas al día sólo para ir a clase. A partir de ahí decidió dejar la universidad y estuvo tirado en la cama sin querer salir meses con un gran cuadro depresivo del que nadie fue consciente. Cambió sus estudios, se sintió más motivado, pero cada día, siente de manera recurrente ansiedad, en especial cuando está sólo, siente miedo a que ocurra algo. Cuando llega el fin de semana bebe alcohol de manera intensa y verbaliza que es lo único que le hace sentir bien, sin miedo y ansiedad y que, aunque ha bajado su ingesta, no va a renunciar ahora mismo a ello por nada del mundo. Reconoce el daño cognitivo que le está produciendo ya que no puede concentrarse y su memoria ha disminuido mucho. Le cuenta mucho creer que va a poder conseguirlo por sí mismo, pero poco a poco va haciendo pequeños cambios.
Por último os hablo de C. está en segundo de bachillerato y es una chica guapa, inteligente y con una elevada autoexigencia. En su casa no se habla mucho de cómo se siente cada uno, casi no se habla de nada. Tenía un grupo de amigos y nunca ha tenido problemas de socialización. Tiene una relación con su novia desde hace años, pero en el verano tras el COVID mantuvo un rollete con otro chico en la playa. Se lo contó y su relación se enrareció mucho durante todo el año. Así que en verano del 2021 decidió dejarlo. Se fue a la playa con su familia y comenzó a sentir una tremenda angustia, tristeza, sensación de soledad incluida mucha ansiedad. Hizo todo lo posible por volver con él y lo consiguió. Desde entonces mantiene una relación de ansiedad por separación intensa, tanto que cuando está con él también tiene mido a que le pase algo, a quedarse sin él. Todo es irracional, se ha aislado de sus amigas de por vida, no puede parar de llorar y le estresa cualquier circunstancia de la vida. Trabajo con ella su sistema nervioso de cara a estabilizarlo y el desapego.
Durante la pandemia estos chicos han crecido, se ha producido un cambio en sus cuerpos, en su manera de relacionarse. En un mundo lleno de herramientas de conectividad online, redes sociales, videojuegos, etc. la tentación de sustituir las relaciones en persona, y relaciones en la calle, en la naturaleza, la socialización y el contacto físico…, por lo que la relación con los demás y con el mundo a través de una pantalla, ya era muy fuerte de por sí para algunos. Durante dos años, casi no han tenido otra posibilidad de relación que a través de las pantallas.
Esto los ha llevado a un aislamiento social, a una baja autoestima, a no querer mostrar ni siquiera su rostro y por supuesto a una serie de síntomas que no pueden quedar en saco roto.
Querido adolescente te invito a salir, a socializar, a reír a jugar. Si crees que tienes alguno de los síntomas que he descrito arriba no dudes en pedir ayuda.
Queridos padres, la mejor inversión que podéis hacer en vuestros hijos es un buen equilibrio emocional. Solo con eso ya serán felices y lo demás vendrá de su mano. No lo dudes, dale la oportunidad de vivir.
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