Estar todo el día enfadado es malo para tu salud. El enfado continuo es perjudicial para tu salud y para la de los que te rodean.
Pero por desgracia, en esta sociedad occidental en la que hay tanta exigencia, muchas personas viven prácticamente enfadadas todo el día, no hay más que ir con el coche por una gran ciudad como Madrid para observar el estado de muchos conductores.
Probablemente, si estás enfadado todo el tiempo, es debido a que estás en un estado de lucha constante, como si estuvieras todo el día en una batalla o en un ring de boxeo. Dime qué cuerpo aguanta eso. El cansancio es enorme, por lo que o bien caes rendido en la cama o bien no puedes pegar ojo debido a tu estado de activación.
En algún momento de nuestra evolución, fuimos como la cebra acechada por un león: pobres y débiles homínidos que podían ser presa fácil de los depredadores. Por eso, desarrollamos un mecanismo de alerta permanente que todavía hoy sigue funcionando gracias a nuestro sistema nervioso. Ese mecanismo nos permite detectar cuanto antes los eventos peligrosos que tienen lugar en nuestro entorno y protegernos.
El problema aparece, cuando ese estado de alerta se prolonga demasiado en el tiempo o incluso se cronifica. Lo que al principio era una respuesta positiva del sistema nervioso ante un posible peligro, se acaba convirtiendo en una alteración permanente, una tensión que se mantiene incluso cuando el peligro ya ha desaparecido. Entonces, es muy probable que nos alteremos por pequeñas bobadas.
Detectar el estrés en sus primeras fases ayudará a tu sistema nervioso a volver a la normalidad y evitar consecuencias en tu organismo. Este reaccionará ante un suceso estresante (se me ha caído el perro y he de operarle, no llego a tiempo, etc.), pero se autorregulará con facilidad. Tendrás lo que llamo un sistema nervioso resiliente que regulará el estrés de una forma saludable.
Por ejemplo, si voy tranquila en mi coche y sucede algo inesperado (un conductor me adelanta con una maniobra arriesgada), reaccionará rápidamente, mi corazón se excitará y la respiración se entrecortará (activación del sistema nervioso parasimpático) y es muy posible que incluso suelte un improperio. Pero al cabo de un rato, el ritmo cardíaco bajará, la respiración recuperará un ritmo normal y seguiré con mi día a día.
Ese sería un grado de tolerancia al estrés normal. Percibes un peligro, se activan los mecanismos de lucha o huida (sistema nervioso simpático) y cuando pasa el peligro vuelves a un estado normal (sistema nervioso parasimpático). La tolerancia al estrés es como un río y su caudal. Si los límites son estrechos no soportamos nada, enseguida nos desbordamos, pero si tenemos un caudal ancho (mayor resiliencia) todo nos será más tolerable.
Hay personas que por algún motivo tienen ese mecanismo alterado y se salen con demasiada facilidad y frecuencia de su cauce normal. Su ventana de tolerancia al estrés es muy pequeña y no se autorregulan bien. Pasan demasiado fácilmente al estado de alarma, en que se activa el sistema simpático y están en lucha a diario.
Como ya hemos adelantado, necesitas aumentar tu estado ventral donde te sentirás conectado con la vida y seguro. Aumentar el caudal del río a través de tu resiliencia y la autorregulación.
Lo importante es no exponer a tu cuerpo y a tu mente a un elevado estrés, así que para ello, te dejo algunos tips:
Y como siempre digo…si no puedes tu sólo busca ayuda de un profesional. El pedir ayuda, ya es una gran ayuda.
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