Hace poco llegó a mis oídos esta palabra procedente del latín tan preciosa y a la par tan triste cuyo significado es la pérdida de un hijo: Huérfilo.
Existen los viudos y viudas, existen los huérfanos, pero no existe una definición en la RAE para recoger a esos padres que han perdido a un hijo. Huérfilo nace desde la Federación Española de Padres de Niños con Cáncer con el fin de dar visibilidad emocional y administrativa a una situación tan dolorosa y difícil de asimilar para unos padres. Hoy en día, están intentando que quede recogida por la RAE, pero ésta no incorpora un término en su diccionario hasta que no considera que su uso está lo suficientemente extendido en la sociedad. Por tanto, os animo a todos a extender el término y a compartir este podcast, ya que, dando luz al dolor, el dolor se hace más llevadero.
Cualquier muerte de un ser querido es más que dolorosa, en mi consulta he llevado todo tipo de duelos sosteniendo a mis clientes en su dolor, ayudándoles a encajarlo, pero el dolor por la pérdida de un hijo es tan antinatural que no es que sea terrible, es algo que aprendes a soportar, es un dolor con el que aprendes a vivir, pero es tan desgarrador que es muy difícil que lo llegues a mirar de frente. Es una realidad tan difícil de afrontar que simplemente lo surfeas como una gran ola, porque si te sumerges en ella te hundes. Es demasiado para unos padres el dolor que supone la pérdida de un hijo, independientemente de su edad.
Hoy quiero compartir con vosotros que yo soy hija de dos huérfilos. Mis padres perdieron a mi hermano Sergio a los dos años. Nació cuando yo tenía 6 años y murió cuando yo tenía 8. El dolor para mis padres es indescriptible y la herida quedó para siempre en toda la familia.
Cuando un hijo se va, deja una huella en el alma familiar para todos los que forman parte de esa familia, para todo el sistema, como dice la terapia sistémica. Los que se quedan piensan que la vida es injusta y que por qué se ha ido él o ella y yo me he quedado aquí, se sienten culpables de vivir la vida que él no ha vivido y esto puede hacer que no disfruten de la vida, que se queden en un estado un tanto desconectados de la vida. Desde este lugar se pueden desencadenar síntomas que lleven a enfermedades físicas como la depresión, la fibromialgia, la fatiga crónica, etc. Así mismo, para los hermanos que se quedan en la vida es probable que desencadenen estados de hiperactividad, déficit de atención, adicciones, etc. De esta manera hacen que la madre o el padre se queden a su cuidado en lugar de irse hacia el dolor y el congelamiento en vida que sienten por la pérdida del otro hijo.
Parece difícil de entender, pero os pido una mirada hacia esta explicación desde un lugar más energético o inconsciente.
Os pongo mi propio ejemplo. Cuando mi hermano murió me encontré con una madre totalmente deprimida y un padre al que le superaba la situación, que tenía que soportar su dolor, más el de mi madre y seguir manteniendo su empresa a flote que era de lo que vivíamos. La situación familiar ya cambió desde el nacimiento de Sergio con Síndrome Down ya que mis padres se volcaron con él. Yo viví aquella situación con 6 años y mi percepción era la falta repentina de mi madre que ya nunca estaba conmigo. Mi maravillosa abuela, que se vino a vivir con nosotros, era quien me criaba en aquellos momentos junto a mi hermana, sólo dos años mayor que yo y a quien le tocó responsabilizarse rápidamente.
Imaginar qué anhelaba aquella niña de 6 a 8 años: el amor de mamá. Así que esa niña hacía todo lo posible para que mamá la mirara. Se cogía unas otitis espantosas, unas acetonas que le hacían ir al hospital de vez en cuando, de vez en cuando recibía notas del colegio por su mal comportamiento y NUNCA, NUNCA estudiaba a no ser que su madre se sentara con ella a explicarle la lección. Aquella Sonia pequeña hacía cualquier cosa para que su madre estuviera pendiente de ella y no de su dolor. Pero aquella niña no lo hacía a propósito, ni mucho menos, porque encima se sentía culpable y mala hija por dar tantos problemas a mamá después de haber perdido a un hijo.
No sé si llegué a estudiar psicología por esto, pero lo que si que sé es que esa herida marcó mi vida y he tenido que hacer mucha, mucha terapia para entender a mi madre, aceptar el abandono que sentí como hija, dejar de sentirme culpable por cada una de mis acciones y sobre todo sentirme merecedora de vivir. Porque como hija de unos huérfilos sentía que yo no merecía vivir y mi hermano que era un ángel y que subió al cielo a los dos años era merecedor de vivir en mi lugar.
Con mi historia sólo pretendo ofrecer una mirada la huella tan profunda que una muerte de un hijo puede dejar en una familia, muchas veces para bien.
Es importante dar visibilidad y luz al dolor de los huérfilos. Es importante dar luz a todos aquellos niños que no llegaron a venir a este mundo.
Es importante entender el dolor por el que pasan las parejas ante un aborto o muertes gestacionales. Es tremendo el dolor por el que pasan y es tremendo la falta a veces de empatía por parte de la sociedad ante esta situación. Es importante darles su lugar a estos bebés que no llegaron a nacer, ya que su alma ha estado junto a su madre y su huella queda en su familia, incluidos sus hermanos. En muchas ocasiones me encuentro con hombres totalmente sin fuerza y congelados ante la vida y cuando preguntas por los abortos de mamá, te encuentras que ha habido alguno antes de su nacimiento. Muy probablemente si ellos hubieran nacido, no estaría en la vida, no merece la vida y eso hace que ese sienta sin fuerza ante la vida. Y así, un sinfín de casos.
Os pido que no dejemos de dar luz y visibilidad a esos hijos, a esos hermanos muertos, que les honremos y que les demos su lugar. Yo soy la segunda hermana de tres, la del medio y por muchos años dijimos que era la pequeña, así era más sencillo. Hoy quiero honrar a mis padres y todos los padres de este mundo que han perdido a un hijo. Hoy demos luz y demos su lugar a todos los Huérfilos que por desgracia existen.
Por todos los ángeles que habitan el cielo.
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